Luchín
Decían que si uno llegaba a la Cárcel de Isla Teja ya estaba a salvo.
Pero una vez, cuando estábamos en las celdas, fusilaron a varios jóvenes que tenían entre 18 y 21 años. Al ver sus fotos, me pregunté por qué no estaba yo entre ellos.
La Cárcel fue un relajamiento. Teníamos comida y agua. En mi celda éramos seis personas, universitarios y estudiantes. Empezamos a hacernos amigos.
Estaba casi toda la selección de básquetbol de Valdivia presa en la Cárcel. Hicimos un tremendo campeonato.
Nos encerraban tipo 6 de la tarde, después de darnos un té y pan. Para pasar las horas cantábamos, contábamos chistes, o lo que se nos viniera a la cabeza.
A los dos días, apareció una guitarra. Tiene que haber sido algún gendarme buena onda que la dejó pasar.
El dueño de la guitarra era un universitario y sabía varias canciones de
Cantar nos alegró el alma después de haber estado tantos días sufriendo. Me acuerdo especialmente de la canción “Luchín”.
Para mí ese niño representaba a miles de niños que estaban sufriendo miserias y la tristeza de perder a sus padres. Yo me imaginaba ese mismo caballo que lo miraba con tristeza mientras comía pasto. A lo mejor ese caballo quedó solo.
Yo también me identificaba con “Te recuerdo Amanda” de Víctor Jara. Es una canción muy bonita.
Hubo una noche muy animada. Uno de los universitarios sacó una flauta dulce y empezó a tocar una canción que parecía del Medio Oriente. En el suelo había enroscado un paño como si fuera una serpiente de trapo.
Quedamos pasmados cuando la serpiente comenzó a elevarse: eso lo habíamos visto sólo en películas. Después nos dimos cuenta que el trapo estaba unido a un hilito negro, que lo tiraba un compañero desde su camarote.
Hubo un aplauso general en la celda. Con tanto jolgorio, de repente llegaron los gendarmes. “¿Qué pasa aquí? ¡A dormir!”. Pero dormir era un decir porque había una luz que estaba toda la noche prendida y producía un sonido continuo que no dejaba dormir.
Claves:
Publicado: 13 enero 2018
en los techos de Barrancas
jugaba el niño Luchín
con sus manitos moradas
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
el caballo lo miraba.
En el agua de sus ojos
se bañaba el verde claro
gateaba a su corta edad
con el potito embarrado
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
el caballo lo miraba.
El caballo era otro juego
en aquel pequeño espacio
y al animal parecía
le gustaba ese trabajo
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
y con Luchito mojado.
Si hay niños como Luchín
que comen tierra y gusanos
abramos todas las jaulas
pa'que vuelen como pájaros
con la pelota de trapo
con el gato y con el perro
y también con el caballo.
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