Cantata Santa María de Iquique

Pieza musical de:
Luis Advis
Testimonio de:
Alfonso Padilla Silva

Entre marzo de 1974 y fines de julio de 1975, tuve ocasión de realizar el arreglo de unas doscientas canciones y dirigir el montaje de la Cantata Santa María de IquiqueObra sobre la masacre de mineros de 1907 en la ciudad de Iquique (norte de Chile). Compuesta por Luis Advis en 1969 y grabada por Quilapayún en 1970.. En verdad, la cárcel fue mi conservatorio. Allí aprendí lo básico del métier de músico.

¿Cómo conseguíamos los textos de las canciones y obteníamos su música? En mi caso, en todo el período que pasé en la cárcel, reuní unas 700 canciones en diez cuadernos.

Los dos primeros se escribieron a partir de lo que recordaban numerosos presos políticos. Los textos de los restantes los sacamos de revistas de música popular que nos hacían llegar nuestros familiares y amigos, y también de discos LP.

Introdujimos discos que estaban, de hecho, prohibidos o bien, tenerlos representaba un serio peligro para la integridad de las personas. Se metían simulados en carátulas de discos de cantantes inofensivos para la dictadura, a veces, además, “pagando” a algún guardia con una botella de licor.

De este modo introdujimos a la cárcel discos de Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Chico Buarque, Carlos Puebla, Joan Manuel Serrat, Mikis Theodorakis, Joan Báez, Violeta Parra, Daniel Viglietti y de las principales figuras de la Nueva Canción Chilena(2) como Víctor Jara, Patricio Manns, Isabel y Ángel Parra, Rolando Alarcón, Quilapayún, Inti-illimani, Aparcoa e Illapu, entre otros.

Dos compañeros en un día sacaban los textos de las canciones, y en dos yo los escuchaba atentamente para obtener el acompañamiento armónico y rítmico, lo que escribía de la manera habitual con que opera la música popular. Al cuarto día, el disco salía de la cárcel.

En cada una de las tres celdas colectivas – una celda para cuarenta presos y dos celdas para sesenta presos políticos – disponíamos de tres tocadiscos de propiedad de presos políticos. En esos rudimentarios tocadiscos, escuchábamos la música que queríamos, pero no a gran volumen, para evitar registros sorpresivos por parte de los gendarmes.

El proceso de montaje de la Cantata Santa María de Iquique duró poco más de dos meses, entre comienzos de marzo y segunda quincena de mayo de 1975. Después de sacarse el texto del disco en varios días, escuché la música muy atentamente durante un mes. Como no sabía escribir ni leer música, la anoté con los nombres de las notas y los acordes que acompañaban la melodía.

En esos días llegó preso un profesor de economía de la Universidad de Concepción y tomó consigo un acordeón-piano y un libro con piezas para ese instrumento. En ese libro había una introducción de teoría musical y lo devoré de inmediato. Así fue que en junio y julio de 1975 comencé a aprender a escribir música y anoté la Cantata Santa María en una partitura escribiendo las melodías y anotando los acordes sobre ella.

Sin embargo, mis conocimientos eran muy precarios, por lo que la notación tuvo imprecisiones, la más seria de todas, por ejemplo, que el preludio está en compás de 3/4, y yo lo escribí en 4/4. (En la grabación de Quilapayún hay partes rítmicas que no están 100% fijadas, hay una cierta improvisación, o bien, utilizaron por breves momentos una agógica más libre. Todo esto es normal en la música tradicional y la popular.)

Aprendí la obra de memoria y el montaje lo hicimos de la misma manera como trabajan los músicos populares: enseñé cada voz, cada línea melódica de las quenasFlauta tradicional andina, hecha de caña o madera., cada acompañamiento armónico, los rasgueos y los ritmos del bomboTambor grande utilizado en varias regiones de Latinoamérica., sobre la base de la repetición. Cada cual aprendió su parte, por cierto, de memoria.

Los ensayos duraron un mes y los realizamos en una celda de castigo muy pequeña y con muros y puertas tan gruesas, que fuera de ella no se escuchaba nada. De este modo, la presentación de la obra fue una sorpresa completa para los presos políticos. Durante el “concierto” se acercaron a escucharla algunas decenas de presos comunes y varios guardias.

Esta experiencia nos demostró de manera fehaciente la fuerza que tiene el arte, sobre todo – en el caso de la música – aquellas obras, canciones o piezas de la música tradicional, popular y docta, que conjugan de manera magistral un texto profundo, una música apropiada y una enorme carga de humanismo.


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Publicado: 04 diciembre 2019