El rey Ñaca Ñaca
En el último tercio del siglo XX, los campos de concentración de la dictadura chilena se caracterizaron por el alto grado de organización de los prisioneros, y por la desbordante creatividad que éstos desplegaron en todos los ámbitos del ingenio humano.
Desde la nada, allí aparecieron artilugios para calentar agua, radiorreceptores y ¡hasta un horno solar! Un día, en que un grupo estaba viendo funcionar el citado horno, creación de Boris Chornik, otro preso comentó socarrón: ”y después se preguntarán los huevoncitos por qué nos tienen presos aquí”.
La mayor parte de la creación se volcó hacia la artesanía y el arte. Se hicieron figuras talladas en cuanto material es dable imaginar. También se hicieron dibujos, pinturas, canciones y obras teatrales.
No era para menos, con la cantidad de artistas e intelectuales que había allí presentes y que estimularon la participación de los compañeros obreros y campesinos.
Hubo compañeros, como Sergio Vesely, que allí asumió su vocación de cantautor y escribió "El Rey Negro", con motivo del nacimiento de una niña en el campo en una estrellada noche de junio.
Lo que se llevó la palma fue el teatro, donde el gran Óscar "Cuervo" Castro hizo de la existencia una representación permanente, autonombrándose Alcalde y recibiendo a los recién llegados con banda tricolor terciada y un discurso tan enaltecedor como delirante.
Inicialmente, las actuaciones grupales tenían la función de entretener a los niños que acudían a ver a sus padres en los días de visita. Esta actividad además generó obras más complejas que eran representadas para los propios presos, siempre bajo el ojo vigilante de la Comandancia, que a veces entendía para dónde iba la lancha y a menudo no.
Cuando el milico entendía, esto significaba la prohibición de volver a representar la obra, pero como regularmente había obras nuevas y al Comandante lo cambiaban cada semana, siempre se pudo continuar.
Muy buena acogida tuvo el estreno del drama del Rey Ñaca Ñaca, pérfido sujeto cuyo auge y caída fueron relatados a través de un montaje que combinaba actores y títeres.
Esto confundió a los censores, a pesar de que las alegorías eran muy transparentes, al punto que los esbirros del tirano Ñaca Ñaca eran llamados los
Claves:
Publicado: 26 abril 2020
amo y señor de su reino privado.
De plata su cetro y su alcoba real
de oro su trono y su globo imperial.
Cuidado, el rey Ñaca Ñaca.
Nunca en la historia hubo un rey más avaro
más cruel, más avieso, más feo y ufano.
Y cuando andaba de mal talante
la gente decía de su semblante…
Cuidado, el rey Ñaca Ñaca.
Como era un tirano muy endemoniado
gustaba de ser un déspota odiado.
Mil enemigos tenía el monarca
y ningún amigo en su comarca.
Cuidado, el rey Ñaca Ñaca.
El rey Ñaca Ñaca era un rey opulento
que a todo vasallo negaba el sustento.
En montes y valles de aquel territorio
las fiestas del pueblo eran como un velorio.
Cuidado, el rey Ñaca Ñaca.
Hasta que un día la suerte cambió
y una noche en silencio el pueblo emigró.
El rey dormía y no supo de nada
la guardia en palacio roncaba, roncaba.
Cuidado, el rey Ñaca Ñaca.
Y así se acabó esta brutal dictadura
pues sin servidumbre el poder no perdura.
El triste tirano murió acongojado
sin pena ni gloria y sin nadie a su lado.
Cuidado, el rey Ñaca Ñaca.
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