
Quena cautiva
A los nueve años descendió en mis manos una quenaFlauta tradicional andina, hecha de caña o madera., resplandeciente frágil y cantora. Mi pasión por ella fue instantánea, más bien, fue la quena la que me eligió para que yo la entonara.
Cinco años más tarde, a mis 14 años ya me había convertido en el quenista de un cuarteto en la zona de San Antonio.
Cuando yo tenía 16 años de edad, las Fuerzas Armadas de Chile, violando la Constitución, se adueñaron de país y con ello la música y los instrumentos — en especial aquellos que habían sido el sello sonoro y simbólico de la presidencia de
A los 18 años, siendo menor de edad de acuerdo a las leyes de la época, fui secuestrado, torturado en Villa Grimaldi, y luego lanzado a los campos de detención ilegales que mantenía la dictadura militar de Pinochet.
En el campo de concentración Tres Álamos de Santiago existían cuatro pabellones: el Pabellón A, el Pabellón B, el Pabellón de las Mujeres y el sector llamado Cuatro Álamos.
Durante mi estadía en el Pabellón A de Tres Álamos, llegó a mis manos una quena. No recuerdo cómo.
Ya había estado secuestrado y preso por lo menos ocho meses, cuando sucedió el siguiente hecho.
En las tardes, aburrido y desolado, salía al estrecho patio del recinto y tocaba la quena, siempre improvisando melodías: notas largas, silencios. . . repiques y luego notas más largas. . . quizá un huaynoGénero tradicional de canción y baile desarrollado en las regiones andinas del Perú y comúnmente asociado con comunidades quechuas..
Era ya al fin de la primavera en Santiago y el aire seco, transparente y tibio hacía que las melodías viajaran lejos del Pabellón A, sin que me diera cuenta.
Tampoco sé cómo llegó el mensaje del Pabellón de la Mujeres, que estaba considerablemente retirado de donde me encontraba.
El recado decía más o menos lo siguiente: “Díganle al que toca la quena, que desde aquí se escucha clarito. . . que siga tocando”.
Quizás algunos de los que estaban conmigo acordarán, que en las tardes, casi al ocaso, hacía cantar la quena en el campo de concentración de Tres Álamos. Los guardias, lacónicos, me miraban desde las torres y no podían descifrar ese contrabando de símbolos que, impulsados por el viento, volaban libres a los oídos cautivos del Pabellón de la Mujeres.
Claves:
Publicado: 06 enero 2015
Claudio Durán Pardo. Lanzamiento de Cantos Cautivos, Museo de la Memoria, 2015.
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